Mi afición por la fotografía empezó a finales de los años 70, en mi época de estudiante, vinculada a mi pasión por viajar, tratando de recoger en imágenes aquellos lugares que visitaba. Era la época del analógico, con sus limitaciones, de los carretes de diapositivas y los resultados un poco a ciegas hasta algunas semanas después de regresar.
Con la llegada de la era digital se produjo un gran cambio. El poder ver los resultados al instante y ajustar después  en casa la fotografía final, fue una revolución, similar a la entrada de Internet en el mundo de los viajes. Sin duda, la experiencia empieza en casa, visualizando antes los momentos y lugares a visitar con ayuda de herramientas de planificación y portales de fotografía.
Como resultado, muchas de mis fotografías son de paisaje urbano, buscando esos momentos de luz que se producen en los atardeceres y amaneceres, cuando los tonos cálidos de las luces artificiales contrastan con los cielos azules. Resulta sorprendente descubrir la tranquilidad de la primera hora en esos lugares habitualmente tan llenos de gente, fotografiarlos en calma y soledad mientras se va haciendo poco a poco de día, hasta que se apagan las luces, todo va recobrando su bullicio y es momento de regresar.
Me gusta la fotografía lenta y de trípode, buscar los reflejos de las luces en el agua y la suavidad de las largas exposiciones, repetir varias veces la captura, tratando de optimizar el encuadre.
Mi visión es de angular, tratando de recoger en una imagen todo aquello que siento en los lugares que visito. Por ello, también practico bastante la fotografía panorámica. Así mismo, me gusta la fotografía de interior y los contrapicados, esa visión hacia arriba que muchas veces ignoramos y que con el dramatismo de los angulares extremos, produce resultados tan llamativos.
Desde que aprendí técnicas de mezcla de fotografías con distintos tiempos de exposición, para poder capturar todo el rango dinámico de la escena y controlar así luces y sombras, muchas de mis fotografías son resultado de ello. Al regreso a casa, lentamente voy “montando” la fotografía a partir de esas distintas exposiciones, en un desarrollo a veces algo laborioso, más aún si se trata de panoramas con distintas fotografías cosidas entre sí. Me imagino que debe ser un proceso similar al del antiguo cuarto oscuro, que nunca llegué a practicar, en el que poco a poco va apareciendo la fotografía final que imaginaste. Procuro que mis procesados no sean excesivos, sin que estos destaquen sobre la imagen en si, que recojan la sensación de que ves solo lo que había allí.
Hace ya algún tiempo, leí un comentario de alguien que decía que cada vez que miraba las fotografías de cierta persona era como si en la pantalla de su ordenador se abriese una ventana a los lugares que había estado. Es una definición que me impresionó y la que me gustaría perseguir con mis trabajos.
Muchas gracias por vuestro tiempo en mirar a través de mis ventanas.
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